Acera gris y jersey fino. El frío se hace hueco en el interior del cuerpo. Llueve, pero no quieres irte a casa. Al menos no todavía. El frío te embriaga. Días de Otoño en todo su esplendor. Uno de esos días raros, de sonrisas fingidas, que quedan aún más elegantes, si cabe, enmarcadas por un pañuelo anudado al cuello y vestidas con carmín.
Septiembre calla; ya no habla. Septiembre zombie.
Los días pasan y son ajenos a la colección de gotas de lluvia que se va quedando anclada en el cristal de la ventana. Ajenos a la llamada de Noviembre; que se ha logrado imponer poco a poco. Los guantes ya no son mal vistos, y menos mal... porque ya no sabes de qué manera poder calentar un poco tus manos.
Un poco de té caliente, que haga vaho al tomarlo con vistas a la calle más céntrica de Madrid. Que
te queme las manos, que queme todo por lo que estuviste a punto de cambiar esto; que aparte de tu camino los días sin sentido alguno y convierta los que vengan en esa clase de días en los que te pondrías tacones para bajar a comprar el pan;
que los vuelva especiales.
Un poco de aventura, que deje atrás la rutina y las típicas vidas monótonas. Perdernos por los rincones más recónditos de esta ciudad, y que nadie nos encuentre. Jamás.
La vida se basa en tomar pequeñas o grandes decisiones. Unos toman la decisión correcta; otros rara es la vez en la que no se confunden. A decir verdad, no sabría en qué grupo incluirme, pero lo haré en el de las decisiones correctas, ya que por algo estoy aquí.
Los días van dejando de convertirse en raros. Días vestidos con abrigo y bufanda; días de café caliente y lápiz y papel. Dibujando
Pasear con todo eso adherido debajo de la piel, que no se vea. Taparte la cara con el paraguas mientras miras al suelo para no resbalarte. Lluvia, y las reflexiones que nos hace elaborar mientras vemos como cae y juega a no querer tocar el suelo enredándose en tu pelo. Otoño, y la promesa por primera vez cumplida de que todo cambiaría. Hojas en el suelo, recuerdos que se van cayendo, poco a poco, mientras son arrastrados cuesta abajo por la lluvia, y sueños que cumplir. Miles o miles de millones. La lluvia lo borra todo;
mientras siga el frío, no hay nada de qué preocuparse.
Briggite